El Cruce de los Andes: Epopeya Libertadora de San Martín
El 17 de enero de 1817, un ejército liderado por el General José de San Martín emprendió una travesía heroica y única: el Cruce de los Andes.
En efecto, este evento no solo marcó el inicio de la liberación de Chile, sino que también se erigió como un pilar fundamental en el ambicioso plan continental de San Martín para la independencia de Sudamérica. Previamente, San Martín, tras analizar la complejidad de vencer a los realistas en el Alto Perú, concibió una estrategia audaz: cruzar los Andes, emancipar Chile y, desde allí, navegar hacia Lima. Para materializar esta visión, orquestó la creación del Ejército de los Andes, una fuerza heterogénea y poderosa, compuesta por más de cinco mil almas, entre soldados veteranos, valientes campesinos, libertos que buscaban su propia libertad y valientes indígenas.
El Cruce de los Andes: Una Sinfonía de Voluntad y Estrategia
Inicialmente, la visión de San Martín se enfrentaba a un desafío de proporciones épicas: transformar un reducido grupo de 180 reclutas del Batallón N° 8 en una fuerza libertadora. Sin embargo, impulsado por una determinación inquebrantable y un liderazgo carismático, logró forjar un ejército de 5423 almas. Así pues, 3600 cuyanos, imbuyidos de un profundo patriotismo, y 710 esclavos liberados, ansiosos por luchar por su propia libertad, se unieron a la causa, engrosando las filas de la infantería. Mientras tanto, al otro lado de la cordillera, 7600 soldados españoles aguardaban, dispersos y desconcertados, sin imaginar el punto exacto donde el Libertador haría resonar el grito de libertad.
En primer lugar, la preparación fue meticulosa y exhaustiva. Por consiguiente, San Martín estableció un campamento militar en Mendoza, un crisol donde se forjaron no solo soldados, sino también ciudadanos. Allí se almacenaron uniformes, alimentos, armas y pertrechos diversos. Además, el pueblo cuyano, con una generosidad conmovedora, realizó colectas y donaciones, demostrando un compromiso inquebrantable con la causa libertadora.
Por otro lado, la magnitud de la empresa era colosal.
De hecho, un frente de cruce de 800 kilómetros, una logística compleja que contemplaba 120 disparos por pieza de artillería, 900 mil cartuchos de fusil y 180 cargas de armas de repuesto. Además, la expedición incluía médicos, ingenieros, y 1200 hombres de milicias, cada uno desempeñando un papel vital en la sinfonía de la libertad. Asimismo, se aseguraron provisiones para 15 días, suficientes para alimentar a 5200 hombres, y 113 cargas de vino, un brindis diario por la victoria y un bálsamo para el espíritu en las gélidas alturas.
En cuanto a la alimentación, cada detalle fue considerado con esmero: carne curada sazonada con pimienta, 700 bueyes, maíz tostado, galletas, y la indispensable cebolla y ajo, este último un escudo natural contra el apunamiento, tanto para hombres como para animales. A pesar de ello, la naturaleza impuso su precio: de las 9281 mulas y 1600 caballos que partieron, solo 4300 mulas y 500 caballos completaron la travesía, un testimonio elocuente de la dureza del camino y de la tenacidad de los expedicionarios.
El inicio del Cruce!
Luego, el 17 de enero, la vanguardia del ejército inició el cruce por seis pasos diferentes, una maniobra estratégica diseñada para confundir al enemigo y dividir sus fuerzas. De hecho, la columna principal, liderada por San Martín, O’Higgins y Soler, cruzó por el paso de Los Patos, un camino arduo y peligroso. Simultáneamente, otras columnas cruzaron por Uspallata y otros pasos, convergiendo hacia el objetivo común.
A pesar de las dificultades, el ejército logró reunirse en Curimón, demostrando una sincronización y coordinación admirables. Allí, obtuvo una victoria decisiva en la Batalla de Chacabuco el 12 de febrero de 1817, un triunfo que abrió las puertas de Santiago y marcó un punto de inflexión en la guerra. Posteriormente, tras un revés en Cancha Rayada, el ejército libertador consolidó la independencia de Chile con la victoria en la Batalla de Maipú, un triunfo que selló el destino de la nación chilena.
Perú.
No obstante, el plan continental de San Martín no terminó ahí. En consecuencia, continuó su campaña hacia Perú, zarpando desde Valparaíso en 1820 y desembarcando en Pisco, marcando el inicio del fin del dominio español en la región y consolidando su legado como uno de los grandes libertadores de América.
En definitiva, el Cruce de los Andes no fue solo una hazaña militar, sino una epopeya humana, donde la voluntad, la estrategia y el sacrificio se entrelazaron para escribir una de las páginas más gloriosas de la historia sudamericana, un faro de esperanza y libertad que aún ilumina el camino de las naciones.
Si quieres vivir una parte de esa histórica ruta, te llevamos!
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